Acercar la práctica de yoga a más personas en cualquier parte del mundo, incluso aquellas que tienen los horarios más complicados por trabajo, por tema de estudios o de familia.
Te ahorras tiempo en tráfico, viaje entre ir y volver.
Te ahorras dinero de viaje y/o transporte.
Aprendes a valorar el tiempo que te dedicas: ese momento que te agendas para ti, es sagrado.
Valoras tu hogar y ese espacio de tu casa en el que te regalas ese momento de práctica. Empiezas a darle amor a tus espacios, a hacerlos más amenos, acogedores, cómodos y eso se expande en todo el lugar e incluso en los miembros de la familia si es que compartes tu casa con pareja, hijos, familia, amigos. Efecto dominó, le diría yo.
Sentirás cómo la energía de tu hogar cambia, sintiéndote más en paz, en gratitud y armonía.
Tus niveles de estrés, preocupación, de parloteo mental y sensación de agobio en tu vida disminuirán casi que desde la primera clase (y si te haces un practicante habitual será parte de ti para siempre).
Lograrás eficiencia en tus actividades, mejor foco y disposición para las tareas a las que te dispones día a día.
Aprenderás a establecerte horarios y rutinas perfectas para ti.
Tu cuerpo estará más relajado y con más energía: dependiendo de las clases que tomes, podrás trabajar fuerza, resistencia y flexibilidad corporal, pero también mejorar tu capacidad respiratoria, concentración, liberación emocional y más.